Tomás Sánchez

Un modelo cómodo a medio camino

Tomás Sánchez V.Autor de Public Inc., Investigador Asociado, Horizontal

Por: Tomás Sánchez | Publicado: Miércoles 6 de enero de 2021 a las 04:00 hrs.
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En los últimos meses, ha sido noticia cómo Google y Facebook han sido demandas por prácticas antimonopólicas en Estados Unidos, haciendo eco de la reciente serie de multas y juicios en contra de las Big Tech en Europa. Es así como se defiende el modelo: asegurándose de que haya más competencia. Regulando e interviniendo para que los mercados no sufran de posiciones dominantes y malas prácticas que terminan por beneficiar a pocos, en desmedro del resto. Convencidos de que un mercado eficiente es clave para crear prosperidad, lo cuidan activamente.

Lamentablemente, en nuestro país, quienes defienden el famoso modelo no siempre lo cuidan. La semana pasada el ministro de Hacienda señaló que, en Estados Unidos, alguien como Julio Ponce Lerou estaría encarcelado. En la cuna del capitalismo se toman en serio el mercado, y por lo tanto, manipularlo diseñando esquemas fraudulentos es penado severamente. Sin embargo, brillaron por su ausencia las voces locales del mundo empresarial, aunque era el momento perfecto para darle un espaldarazo al ministro, sacarse una foto y gritar que con el mercado no se juega. Pero no: mejor pasar piola y, de pasada, hacerle un flaco favor al prestigio del mercado.

Cuando hablamos del famoso modelo, al parecer caemos en la dicotomía de Estado versus mercado, cuando la verdad es que son conversaciones complementarias y paralelas. De qué tamaño es el Estado es independiente de un buen mercado. Las banderas que alzan al capitalismo como el único modelo capaz de sacar a millones de la pobreza y desarrollar países tienen toda la razón. Pero recordemos que Adam Smith habló del carnicero y el panadero, justamente porque ninguno tiene poder sobre el otro. La virtud del mercado es que ambos son libres de transar con quien quieran. El poder está atomizado y no hay coerción, pero sí hay competencia. Esto nos lleva a otra lección de “La riqueza de las naciones”, que es la fábrica de alfileres: la especialización aumenta la productividad y con ella la prosperidad de la sociedad.

(paréntesis: el World Economic Forum nos puso un 3,5, de 7, en competitividad por nuestra alta concentración económica, por debajo del promedio de Latinoamérica. Mientras, la Comisión Nacional de Productividad diagnosticó la falta de competitividad como una de las fuentes del estancamiento de nuestra productividad).

Defender el capitalismo es combatir las posiciones dominantes y delitos que socavan la confianza. Esto es lo que permite un mercado más competitivo, empujando a las empresas a aumentar su productividad. Sin embargo, mientras los países desarrollados se enfrentan a los gigantes tecnológicos, en Chile nos da pudor condenar las ilegalidades de los vecinos. Ni siquiera reformar las notarías para reducir fricciones. ¿Por qué son las PYME, y no los defensores del modelo quienes claman por el pago a 30 días? En un mercado eficiente, nadie debiera ser capaz de imponer términos de pago (no se responda que es de mutuo acuerdo, sabemos que no es así).

Si queremos ser un país desarrollado, necesitamos fomentar la competencia y la productividad. Desde refinar las compras públicas, donde el 40% de las licitaciones tiene sólo uno o dos oferentes, hasta abrir la industria financiera para que puedan crecer las Fintech, pasando por un Sernac con más atribuciones y una Fiscalía Nacional Económica con más recursos. Hoy no seríamos pioneros en energía solar de no ser por un cambio en la regulación que promovió la competencia. Defendamos el mercado buscando activamente cómo fomentar la competencia en cada industria por el bien de todos nosotros.

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